Si no te preguntaste esto en los últimos meses, te admiro.
En mi caso, me lo pregunto diariamente y, en algunos casos, más de una vez al día. ¿Para qué seguimos? ¿Cuál es el propósito? Lejos de que esto cause una crisis existencial, tiene el sentido contrario en mí: me motiva a buscar más y mejores estrategias para llevar a cabo la enseñanza online. Porque creo que, si yo encuentro en el día a día un para qué que valga la pena y se lo transmito a los chicos, más fácil será para ellos también comprender los motivos por los cuales hacemos lo que hacemos. Y si ellos los comprenden, podrán llevar mejor las clases, sobre todo en este marco de incertidumbre que les y nos toca vivir. Ahora, ¿para qué seguimos manteniendo esta situación? La respuesta global es fácil: para que sigan aprendiendo. Ahora, ¿cómo aprenden? Esta pregunta es un tanto más compleja y no tiene una sola respuesta. Hay muchas teorías y muchos expertos que hablan últimamente del tema. Por lo menos, parecen coincidir en que se aprende haciendo, se aprende aplicando. Este podría ser nuestro desafío de acá a que termine el año: que los chicos puedan hacer con lo que están aprendiendo. De esta manera, también podríamos generar en ellos la motivación que tanto nos cuesta encontrar, sobre todo en esta época del año. Hacer algo, producirlo, construirlo probablemente los motive a querer continuar hasta ver la producción terminada y, quizás, a mostrársela a sus compañeros y a su familia. Ahora, teniendo en cuenta el cansancio de los chicos y la falta de motivación, es clave ir despacito. No podemos darles una súper tarea ambiciosa de una porque corremos el riesgo de perderlos o de abrumarlos. Tenemos que ir construyendo con ellos. Con el fin en la mente. Por eso, una vez más es importantísimo que nosotros tengamos en claro qué queremos que ellos logren y cómo lo van a lograr. A su vez, las consignas cobran, nuevamente, una importancia fundamental. El desafío es encontrar actividades potentes que podamos organizar y construir con ellos, propuestas que los inspiren y los desafíen, pero que no los abrumen o los cansen. Como siempre decimos, no es fácil y no hay recetas para hacerlo, pero es cuestión de ir probando y, sobre todo, ir dialogándolo con ellos que son quienes más clara la tienen.
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De la mano de lo que discutíamos la semana pasada, se presenta otra consideración: ¿qué deberíamos explicitar en las consignas? Para responder a esta pregunta puede servirnos una sencilla lista de preguntas: ¿qué? ¿cómo? ¿cuándo? ¿por qué? ¿para qué?
Lo primero que podemos plantearnos es qué harán los alumnos, qué trabajarán, qué responderán. ¿Serán preguntas? ¿será una investigación? ¿serán ejercicios? ¿qué tienen que hacer ellos? Después, podemos pasar al cómo: ¿cómo lo harán? ¿cómo tendrán que trabajar? ¿en grupos, individualmente? ¿en clase sincrónica, cuando terminemos? ¿cómo será el formato para entregar? También tendremos que definir cuándo lo entregarán y, como dijimos anteriormente, cuándo lo harán (que está un poco determinado por la fecha de entrega y por el estilo de clases que estamos dando). Y ahora entran las preguntas más profundas: ¿por qué consideramos importante esta actividad? ¿a qué apuntamos? ¿qué queremos que los alumnos logren con lo que hagan? Por último, ¿para qué les hacemos hacer esta actividad? ¿Es porque "nos toca este tema" o hay alguna razón más profunda por la cual consideramos que es importante que la hagan? Al considerar estas preguntas, estaremos formulando consignas lo suficientemente claras como para que los alumnos tengan certeza y seguridad al desarrollarlas. Aunque es posible que elijamos no responder todas y dejar que los alumnos elijan opciones (por ejemplo, de qué manera entregar, con qué formato). Esto es más recomendable para los años superiores, que saben cómo manejarse ante la libertad de opciones y han tenido un recorrido escolar mayor. Para los años inferiores, cuanto más explícitas las consignas, mejor, porque les permitirá estar más seguros a la hora de resolverlas. Para finalizar, otras cuestiones que podemos tener en cuenta a la hora de la redacción de consignas pueden ser una breve explicación inicial sobre qué se trata la actividad y porqué es importante realizarla, a qué habilidades o aptitudes apunta, cuáles serán los criterios de evaluación y de qué manera será evaluada. Siempre es bueno agregar indicaciones generales sobre el formato de entrega, como para guiar a los alumnos y que les sirva de "checklist" a la hora de entregar. En conclusión, son muchas las cuestiones a considerar antes de lanzar una actividad, pero un ejercicio que siempre sirve es el de ponerse en los pies de los alumnos e intentar leer lo que les pedimos desde ese lugar. ¿Fui lo suficientemente claro? ¿Se entiende lo que estoy pidiéndoles? Si tuviéramos que elegir una aptitud que es clave hoy en día, sin dudas sería la comunicación. Hoy vivimos todo el día conectados, hablando constantemente con otros, intercambiando mensajes, ideas, propuestas. Pero, esto no necesariamente nos lleve a saber comunicarnos efectivamente. Porque para comunicarse, hay que saber transmitir el mensaje que queremos dar.
Comunicarse va más allá de hablar, de expresarse, de emitir opiniones. Comunicarse implica también asegurarse que el mensaje llegue al receptor. Esta regla nos puede servir para la vida. Pero, concretamente, ¿cómo podemos aplicarla en nuestro quehacer docente? Muchas veces, cuando pensamos actividades, escribimos las consignas pensando en lo que quisiéramos que los alumnos hicieran o en lo que nos gustaría que trabajasen. Pero, ¿pensamos también en las características del producto final? ¿O nos preguntamos, acaso, cómo leería las consignas un alumno? Esta última pregunta creo que es clave a la hora de plantear consignas. Porque muchas veces creemos que lo que les pedimos a los chicos está clarísimo y nos frustramos a la hora de ver los resultados. ¿Será que lo que planteamos no había quedado tan claro? Hoy más que nunca, en esta era de virtualidad forzada, la aptitud clave para todo docente (y para todo el mundo, en realidad) es la comunicación. Porque no sólo hay que saber expresarse, sino que también hay que asegurarse que el mensaje que le llega al receptor sea el que nosotros queramos que llegue. En otras circunstancias, al presentar las consignas, los alumnos hubiesen podido levantar sus manos y plantear todas las dudas necesarias. Hoy no pueden hacerlo. Por eso es importante que nuestras palabras (sobre todo de manera escrita) intenten describir todo aquello que pueda prestarse a confusión o a doble interpretación. Cuanto más explícita la consigna, mejor. Y no, no vamos a estar "regalándole" la actividad a los alumnos por escribir una consigna precisa o hacer la actividad muy guiada. Todo lo contrario. Son esas cuestiones las que permiten andamiar el aprendizaje. Porque, al principio, todos necesitamos más guía, más acompañamiento, para después poder animarse, de a poco, a caminar solos. Por eso es importante que las consignas sean extensas y que cubran todos los aspectos posibles, para que el alumno pueda, a partir de ellas, construir su propio producto y poder aprender de este proceso. Quizás todo esto suene muy básico, pero es esencial. Sin buenas consignas, probablemente, no haya buenas actividades y sin buenas actividades, no hay aprendizaje. Por todo esto, tomémonos unos minutos y dediquémoslos a construir buenas consignas, porque ellas serán la clave para un buen proceso de aprendizaje. Ya llevamos muchísimo tiempo en esta situación...
Y, por ahora, no hay noticias sobre cómo vamos a continuar... En realidad, lo único que es seguro es que seguiremos así por un tiempo. ¿Cómo hacemos para seguir así con los chicos? Mucho hemos hablado en este blog sobre la importancia de priorizar el vínculo con nuestros alumnos, de fomentar canales de comunicación para que puedan expresarse y descargarse sobre lo que les está pasando. El tema es...¿qué hacemos si ya no quieren hablar tanto? ¿seguimos con los temas que tenemos que ver? ¿O buscamos la forma de volver a engancharlos? Creo que la respuesta es obvia, sobre todo considerando el título y lo que venimos hablando.... LA CLAVE ESTÁ EN LA MOTIVACIÓN. Podemos partir de la realidad de los chicos: ¿qué los preocupa? ¿qué los pone felices? ¿qué les gusta? Podemos partir de ahí para hacer la conexión con lo que tenemos que "darles". Sino, podemos hacerlos partícipes del proceso: "Tengo que dar X tema, ¿cómo quieren verlo? ¿con qué quisieran o piensan que podemos conectarlo?" También, podemos buscar actividades que sepamos que los pueden enganchar: actividades más lúdicas, o cuestiones que tengan un cierto compromiso social, por ejemplo. Son infinitas las posibilidades, pero nunca sabremos cuál es la correcta si no les damos voz a los verdaderos protagonistas del proceso: los alumnos. Dejemos que ellos construyan su propio proceso de aprendizaje. Responsabilicémoslos de su proceso. Cuando se sientan involucrados e interpelados, probablemente, logremos una mejor respuesta por parte de ellos. ¡Animémonos a preguntarles qué necesitan o qué quieren ver! A veces nos concentramos tanto en la tecnología que nos dejamos llevar por ella...
Sin lugar a dudas, esta situación extraordinaria nos ha permitido descubrir muchísimas herramientas tecnológicas que, de otra manera, no hubiéramos conocido. Esta incursión forzosa en este mundo nos llevó a deslumbrarnos con el aspecto tecnológico y, por momentos, dejar de lado otras cuestiones. Como decíamos en el artículo anterior, ya pasado el momento de la sorpresa, es hora de replantearse la utilización de las herramientas. ¿De qué manera? La clave está en el propósito pedagógico que perseguimos al utilizar ciertas herramientas. Para esto, antes de pensar en qué aplicaciones quiero utilizar, es CLAVE pensar cuáles son los objetivos de enseñanza, y las metas que nos proponemos como docentes para que los alumnos comprendan. Una vez planteados los objetivos y las metas, tendremos que definir qué evidencias nos van a demostrar que los alumnos están verdaderamente aprendiendo y cómo las van a producir. Recién ahí podremos pensar en aplicaciones: ¿cuál es la más apropiada para alcanzar los objetivos que nos propusimos? ¿cuál es la más fácil de utilizar tanto para mí como para los alumnos? No nos olvidemos del hecho de que, si bien nuestros alumnos pertenecen a una generación muy tecnológica, probablemente no sepan utilizar las aplicaciones que les propongamos, ya que no son las que frecuentan. Por eso es importante que planifiquemos (considerando los cursos, por supuesto) la enseñanza de la utilización de las aplicaciones o, aunque sea, que brindemos sugerencias de cómo encarar el trabajo para poder acompañarlos mejor. Esto nos lleva a una reflexión no menor: las consignas y el acompañamiento docente. Si bien siempre hablamos de no concentrarnos tanto en el desarrollo teórico de nuestras materias y también intentar acompañar como podamos el proceso de aprendizaje a través de la virtualidad, una cosa es decirlo y otra es llevarlo a la práctica. ¿Cómo podemos hacerlo? Una muy buena estrategia puede tener que ver con dar consignas claras, precisas que tengan las suficientes indicaciones como para que los alumnos puedan realizar las actividades autónomamente. ¿Y cómo entran las herramientas tecnológicas acá? En el simple hecho de que también hay que agregar cómo utilizarlas en las consignas y en nuestras explicaciones. Puede sonar como algo obvio, pero a veces estas cuestiones se nos pasan por alto. Por eso es importante recordarlas de vez en cuando. No pongamos el foco en la tecnología como un fin. Intentemos utilizarla como un medio para alcanzar nuestros propósitos pedagógicos. Y bueno, ya pasó la primera parte del año y casi el primer mes después del receso...
Ya pasó la novedad... Ya pasó el querer descubrir todas las herramientas disponibles y todo lo que hay para explorar... Ya pasaron tantas cosas... La gran pregunta ahora es: ¿qué nos queda? Quizás una buena estrategia sería pensar: ¿qué aprendimos en esta primera parte del año? ¿qué nos gustaría repetir? ¿qué nos sirvió o vino bien? Y por otro lado... ¿qué quisiéramos cambiar? ¿qué tendríamos que corregir? Podríamos hacer una lista con estas respuestas y, a partir de ahí, pensar nuestra planificación. Los ejes de la misma podrían ser: las temáticas a cubrir de acá a fin de año (siempre considerando qué cuestiones nos parecen importantes para que los chicos vean en estas circunstancias), los objetivos que quisiéramos que los chicos alcancen, las estrategias/herramientas que pueden funcionar y podemos utilizar y, por último, el tiempo que le vamos a dedicar a cada cuestión. Si quisiéramos complejizarlo un poco, podríamos pensar en aptitudes o capacidades que podrían trabajar los chicos. De hecho, podríamos pensar más en ellas y no tanto en temáticas teóricas. De a poco, podremos ir armando la estructura de la planificación y, así, ir saliendo de la contingencia, de la respuesta ante la situación inesperada, para empezar a adelantarnos a lo que puede llegar a suceder. Siempre teniendo en cuenta que esto es una situación excepcional y que todos estamos aprendiendo en el camino. ¡Nadie está preparado para vivir lo que estamos viviendo! A no desesperarse... La invitación es a fortalecer mecanismos de enseñanza para que los alumnos puedan aprender más y mejor. La clave está en establecer prioridades sobre lo que queremos tratar con ellos, lo que quisiéramos que se lleven de un año tan atípico. Intentar anticiparnos, dejar de improvisar... Es un desafío muy grande, lo sé. Pero como siempre digo, no estamos solos. Recurramos a nuestro equipo. Ya que estamos viviendo una situación tan atípica, intentemos sacar el mayor provecho de la misma... Hace un mes, aproximadamente, la especialista Desiree Pointer Mace, del Alverno College, en Milwaukee, EE. UU., brindó una charla que se tituló “Innovaciones de aprendizaje en entornos virtuales” y giró en torno a la experiencia que ha tenido en estos meses excepcionales. A continuación, detallaremos los puntos más importantes como para poder expandir en próximos artículos:
En conclusión, dos son los pilares en los que tendríamos que concentrarnos para esta segunda parte del año: vínculo y diseño estable. Si se quiere, podríamos resumirlo en uno solo: estabilidad. Es importante que intentemos brindarles a los alumnos estabilidad emocional (sin altibajos, por lo menos en nuestra materia) y que podamos mostrarnos como una persona a la que pueden recurrir si llegaran a necesitar algo. Por otro lado, también brindemos estabilidad pedagógica, siendo constantes en lo que proponemos y no pegando muchos saltos, que pueden hacer que se confundan o que se pierdan en el camino. Si lo pensamos detenidamente, es un gran desafío el que tenemos por delante, no tanto en lo curricular, sino más bien en lo didáctico-pedagógico. Pero no desesperemos: siempre podemos recurrir a nuestro equipo y apoyarnos en ellos. En el último artículo hablábamos dentro de un marco o contexto más institucional, pero ¿cuál es nuestro rol como docentes dentro de la institución? ¿qué tendríamos que hacer, sobre todo en este contexto tan particular?
La primera respuesta que surge es la más obvia, pero no es poca cosa desde ya: hacer muy bien nuestro trabajo. ¿Cuál sería? Planificar las clases, prepararlas con esmero y buscando diversas estrategias, atendiendo a las diversas necesidades del grupo-clase. Y sí, esto no es poca cosa, porque si se hace bien, lleva tiempo y MUCHO. Pero ya decía una persona muy sabia: nuestro mayor deber es hacer lo que nos toca de la mejor manera posible. Esto, claro, intentando no perder nuestra paz interior y armonía, porque puede afectarnos en el plano personal. Si nos quedan ganas, energía y tiempo, siempre podemos intentar trascender nuestras aulas y trabajar en equipo con otros docentes del área o de otras áreas. Como hemos dicho antes, esto puede redundar en nuestro bien, ya que quizás nos permita repartir trabajo de planificación y/o corrección. Esto sólo si sabemos trabajar bien en equipo y podemos organizarnos bien. Y sí, es todo un arte saber trabajar en equipo. Pero, a la vez también, nos permita sentirnos más acompañados en la tarea y la alivie. Esta reflexión nos lleva a una conclusión recurrente: podemos aprovechar este tiempo para optimizar tiempos trabajando en equipo, siempre y cuando no represente un peso para nosotros y nos sintamos cómodos al respecto. Si esto no sucede, no nos compliquemos, no es el momento de hacerlo. Seguimos transitando un terreno desconocido y tenemos que ir dando pasos cortos pero firmes. Siempre es preferible tantear antes de dar el paso y que los pasos sean más cortos si tienen que serlo, pero que sean firmes, que estemos seguros de lo que estamos haciendo. Esto por nosotros y por nuestros alumnos. Ya se acerca el receso invernal. Aprovechemos para ir desacelerando el tren que venía a toda máquina así podemos tomarnos en serio el descanso merecido que nos espera. A menudo para explicar y/o hablar del funcionamiento de organizaciones, es clave recurrir al lenguaje deportivo como alegoría que intente brindar una imagen más acabada de la situación y que permita a todo el mundo entender (y no sólo a los catedráticos o los expertos).
Si tuviéramos que hacerlo con este tema, recurriríamos a decir que en cualquier equipo de cualquier deporte grupal, siempre hay roles definidos y cada uno se encarga de hacerlo lo mejor que puede. El problema empieza cuando los defensores suben para atacar y no bajan para cubrir sus puestos o cuando el arquero quiere salir jugando, pero se olvida de volver al arco. Lo mismo sucede en las organizaciones y más en las escolares. Así, como dice el título, si todos hacemos o intentamos cubrir todo, terminamos haciendo las cosas mal, a la mitad o dejando algunas sin siquiera hacer. Para solucionar esto o para evitar que pase, es CLAVE que los roles se definan bien y que se deje en claro qué se espera de cada uno de ellos. Así, cada uno podrá saber qué hacer y cuándo y no podrá caer en la tentación de ocupar un puesto que no le corresponde. ¡Ojo! Esta tentación muchas veces nace sin que nos demos cuenta y con muy buenas intenciones como las de querer ayudar a los demás, intentar alivianarles la carga. Pero estas intenciones son las que muchas veces llevan a que ocupemos lugares que no nos corresponden y que dejemos al equipo mal parado cuando nos ataquen. Así como en un deporte grupal es importante saber cómo forma el equipo para saber qué tiene que hacer cada uno, de igual manera sucede en una organización educativa. Cada uno tiene un rol específico sin el cual la institución no sería lo que es. Otra cuestión que nos puede ayudar en esta línea es la creación de protocolos de acción que nos indiquen qué hacer ante determinadas situaciones. Por lo general, las instituciones los escriben a raíz de alguna situación que ya se vivió, para intentar evitar que suceda otra vez o, simplemente, para saber qué hacer en caso de que ocurra nuevamente. De esta manera, los protocolos bien escritos e implementados (que no junten tierra en un rincón siendo olvidados por todos) ayudarán a que las acciones de la institución sean cada vez más ordenadas. Cuando uno lo lee así, probablemente pensemos en una organización medio robótica que no dé lugar a la flexibilidad ni a la creatividad. Nada de eso. Se trata de combinar un poco de las dos: creatividad y orden, flexibilidad y estructura. Probablemente, si lo intentemos hacer conscientemente nos cueste, pero es cuestión de ir probando hasta encontrar los protocolos que nos sirvan y nos den suficiente libertad de acción como para saber qué hacer si se presenta una situación determinada, pero agregando un poco de la originalidad de los miembros que lo llevarán a cabo. De esta manera, cada uno podrá cumplir su rol y ayudar a que el equipo pueda jugar mejor para llegar al objetivo: que como institución educativa brindemos un aprendizaje de mayor calidad para nuestros alumnos y una oferta educativa más integral para las familias. Cuando hablamos de innovación, a menudo se nos viene a la cabeza el tema del cambio, la novedad, la primicia. Pero, ¿realmente la innovación es sinónimo de todo lo nuevo? ¿Esto significa que todo lo viejo no es innovación? He ahí la cuestión importante. ¿Todo lo que pasó no se puede etiquetar como innovación? O sea que todo (o todos) lo que tiene experiencia no podría ayudar a innovación, ¿no? Falso.
Escuchar a los que tienen experiencia, retomar sus vivencias, intentar seguirlas nos puede enriquecer mucho y ayudar a nuestra propia práctica. Los que ya llevan años en la docencia tienen bajo sus mangas una serie de "trucos" que los más jóvenes nunca conoceríamos si no fuera porque podemos dialogar con ellos. Esa conversación debería ser no sólo un diálogo entre dos personas, sino un diálogo entre dos tipos de prácticas, entre dos culturas. Muchas veces descartamos lo que ya pasó por creer que no funcionó o, simplemente, por el hecho de ser pasado. Pero esas experiencias pueden ser igual de valiosas que las nuevas, sólo es cuestión de averiguar cómo se llevaron a cabo, con qué grupos y porqué, entre otras cosas, no dieron el resultado esperado. Animémonos a acercarnos a aquellos que tienen más experiencia que nosotros, preguntémosles por aquellas experiencias de enseñanza que recuerden, que los hayan marcado, que no se olvidan más. Indaguemos las razones por las cuales esas prácticas son inolvidables para ellos: ¿cómo la pensaron? ¿la pudieron planificar? ¿salió un poco de casualidad? ¿cómo era el curso? ¿qué les resultó más? Otra cuestión que nos puede permitir acercarnos a esas experiencias es empezar por la nuestra: "Tengo un curso con X características", ¿alguna vez te tocó un grupo así? ¿cómo hiciste para llegar a ellos? ¿es común que esto pase? ¿qué harías vos? Como ya dijimos, este tipo de diálogos nos enriquecerá mucho, ya que, sobre todo, nos brindará de ese tipo de herramientas que normalmente no enseñan en los profesorados, que no están escritas en los libros ni que figuran junto a toda la teoría que nos hacen incorporar en nuestros años de formación. Otro capítulo a discutir será para cuándo una formación docente más práctica y no tan teórica. Ya hay algunas iniciativas, tenemos que luchar para que se extiendan cronológica y geográficamente. En fin, empecemos a hablar con los que más experiencia tienen, sólo ellos nos podrán (en términos de juegos virtuales) desbloquear ciertos niveles que, de lo contrario, no podremos desbloquear hasta que no demos (probablemente reiteradas veces) contra la pared de ladrillos. Aprovechemos que los tenemos al alcance de una llamada y busquemos que nos enseñen. Al fin y al cabo, es una capacitación gratis y muy valiosa. |